sábado, 28 de abril de 2012

Es mejor perder con amigos que ganar con extraños.



Creo que un día lo entendí. Era algo sumamente complejo, tan complejo que solamente un chico de 3 o 4 años es capaz de entenderlo en toda su magnitud, su logica, comprenderlo en todo su máximo ser, en lo absoluto.

Se trata de hablar en su mismo idioma, un idioma confuso, en construcción... y que solo funciona cuando está en construcción y no cuando esta terminado e inaugurado , institucionalizado. Es ahi, cuando los códigos se mezclan, en la construcción, en lo dinámico. Donde los roles se mezclan, se cruzan, mutan y se transforman.

El cambio florece en ese espacio vital, es un lugar propio. Pero no es privado. La logica de la propiedad privada no deja lugar a este espacio vital, de hecho lo odia. En este espacio vital, los encuentros y des-encuentros se cruzan. Se trata de la individuación, no del individualismo.


Se trata de romper reglas, no por el hecho de sublevarse, sino por el hecho de no identificarse,de no aceptar la identidad que el colectivo social estampa en su fabricación. Se trata de no ser un producto sino una obra de arte, pero en constante movimiento. Se trata de buscar nuevos roles, nuevas aventuras, nuevos amores, odios, nuevas identidades, nuevas subjetividades.

Si somos un código de barras, pues seremos uno que mezcla sus números constantemente, que introduce operaciones matemáticas, letras, miradas, pensamientos, acciones, que acepta las pulsiones parciales y sigue sus diversos caminos.

Algunos lo llaman pulsión de vida, otros voluntad de poder, tiene varios nombres. Yo con 22 años, lo intento definir con este fragmento, sin embargo el nombre más adecuado lo usan los expertos, que tienen la basta experiencia que les aporta sus 3 o 4 años. Aquellos profesionales lo definen como: jugar.